Fui por fideos y encontré un maestro.
Fue el año pasado, cuando finalmente me dedicí a probar que tal era el ra-men de Furaibo. Extrañaba ese plato japonés y según me decían, ahí lo iba a encontrar bien hecho. Al entrar me llamó la atención la especial energía que sentí en el cuerpo, y luego el señor que se encontraba en la caja. Charlamos un rato de comidas y viajes por Japón y así me enteré de que no solo era el dueño del lugar sino también monje budista.
Desde ese día voy todas las semanas a las charlas filosóficas y practicas budistas. En palabras del maestro encuentro ideas que desde chico tengo y creía pertenecían al mundo fantástico. Por el contrario, ahora estoy descubriendo que esta vida es la ilusión y esas extrañas ideas de estar soñando el mundo, parecen ser la más cierta realidad.
Hallarse budista a los 36 años y en occidente no es tarea fácil, pero para un eterno curioso como yo… ¿que mejor que comenzar a descubrirse a uno mismo?
Ary